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Injertan músculo de la pierna para tratar una parálisis facial
Un paciente con parálisis facial ha recuperado la movilidad de la cara tras implantarle sendos injertos de un músculo de la pierna.

El enfermo fue sometido a dos intervenciones por un equipo de cirujanos plásticos de la Clínica Universitaria de Navarra. El procedimiento estuvo dirigido por el director del departamento de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética del centro, Bernardo Hontanilla, y contó con la intervención de Cristina Aubá.

El paciente intervenido, varón de 37 años, presentaba una lesión del nervio facial como consecuencia de un cavernoma (tipo de tumor vascular localizado en el tronco del encéfalo) y de las dos intervenciones que fueron necesarias para extirpárselo. Es habitual que este tipo de cirugía conlleve lesiones adyacentes, como la parálisis facial.

Dos actos quirúrgicos
"Al presentar lesionado el nervio facial en ambos lados de la cara, la única opción que teníamos era la de colocar un músculo nuevo en el rostro y aportarle otro nervio que se encargara de dar movimiento a ese músculo", describe Hontanilla.

La cirugía de la cara consistió entonces en implantar un injerto muscular que hiciera las veces del músculo que permite sonreír, el cigomático mayor. "Se trataba de colocarlo en el mismo ángulo de la sonrisa que tenía el paciente previamente", detalla el especialista.

Para el injerto, los cirujanos utilizaron el músculo recto interno (gracilis), situado en la parte interior del muslo. Para cada lado del rostro se extrajo una porción de 9 por 4 centímetros de la pierna.

El procedimiento quirúrgico se hizo en dos fases, una para cada lado de la cara. El equipo médico decidió no abordar ambos lados de la cara en el mismo acto quirúrgico, ya que cada intervención tiene una duración aproximada de seis horas.

Microcirugías
La intervención de cada lado de la cara consistió en tres procedimientos de microcirugía. En cada una de las dos operaciones, el plan comenzó con la actuación de dos equipos quirúrgicos a la vez. Mientras uno procedía a la extracción de un segmento del músculo gracilis de la pierna, cuyo injerto se trasplantaría después a la cara, el otro equipo preparaba el abordaje quirúrgico del rostro. En la cara, la incisión se practicó por la línea facial que discurre junto al nacimiento del pelo y la oreja, de forma que la cicatriz apenas se advierte.

"Cuando el paciente sonríe es como si hiciera un pequeño movimiento de mandíbula. Posteriormente, gracias a su plasticidad (capacidad de aprendizaje), el cerebro asimilará la nueva función del músculo injertado, que a partir de entonces será el encargado del movimiento de la sonrisa. Para conseguirlo el paciente deberá hacer rehabilitación", apunta el cirujano.

En términos generales, la intervención quirúrgica "no es traumática, ya que no requiere grandes incisiones. No obstante, se trata de un procedimiento de microcirugía por lo que la técnica es compleja y laboriosa", subraya Hontanilla.

Isidoro Bejarano: "Era como si tuviera una careta"
Todo empezó un día de 1997, cuando se disponía a hacer una fotografía. Isidoro Bejarano recuerda que al acercarse la cámara a la cara para mirar por el visor notó que, de pronto, no podía cerrar un ojo. Desde entonces, el paciente guipuzcoano (Lasarte, 1971) ha vivido un intenso peregrinaje médico, en el transcurso del cual ha sido sometido a numerosas intervenciones.

Como consecuencia de ese primer síntoma, Bejarano acudió a un especialista de San Sebastián, donde tras numerosas pruebas le diagnosticaron un cavernoma, tipo de tumor vascular situado en el tronco del encéfalo. La enfermedad le afectó al sistema nervioso, especialmente al equilibrio, lo que posteriormente le produjo una pérdida importante de estabilidad. Tanto es así, que se ve limitado a hacer la mayor parte de sus desplazamientos en una silla de ruedas.

Sin embargo, los síntomas se extendieron y empezaron a afectarle también al nervio facial, provocándole una parálisis total del rostro. "Era como si tuviera una careta", dice. Posteriormente, se le recomendó esta intervención. "Estoy muy contento", dice, aunque todavía no puede sonreír de una forma espontánea. "Estoy en período de rehabilitación para conseguir mejorar la movilidad y gestualidad de la cara. No he experimentado un cambio brusco, es una mejora paulatina".

Su rehabilitación va más avanzada de lo que esperaban los especialistas, "porque a los 3 ó 4 meses ya podía mover la cara, cuando lo normal era que hasta los 6 primeros meses no lo consiguiera". Por eso, no dudaría en recomendar la intervención a otros pacientes: "Ahora hablo tranquilo con la gente. Tengo muchísima más confianza en mí mismo".


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